Había una vez una niña llamada Claudia. Era una niña pobre y huérfana que no tenía nada para comer. Buscaba comida por todos lados: en los contenedores, en la parte trasera de los restaurantes, en los desperdicios de los mercados... Así durante meses y meses. Llegó la Navidad pero Claudia no la podía disfrutar como todos los niños de su pueblo. El día de Nochebuena, todas las familias cenaban pavo, langostinos, turrón, mazapán y muchas cosas más, cantaban villancicos y disfrutaban con sus seres más queridos. Pero Claudia no, ella si cenaba algo era una raspa de pescado o un poco de pan duro.
Por la noche, cuando todo el mundo dormía, se dirigió a su rincón para intentar dormir pero no pudo, empezó a sentir una gran congoja, un llanto interior sin soltar lágrimas. Ella todos los días soñaba y deseaba de todo corazón tener una familia de verdad, poder abrazar a su mamá y a su papá con mucha fuerza, poder abrir los regalos de Papá Noel junto a ellos.
De pronto, una luz brillante pasó por delante de la luna llena, era Papá Noel con su trineo que iba a repartir regalos entre los niños y las niñas de aquel pueblo y, claro, como todos sabemos, Papá Noel sólo reparte regalos a quienes se hayan portado bien. Claudia toda su vida fue una niña muy buena.
Cuando Papá Noel terminó de repartir regalos y regresaba a su casa escuchó un suave llanto que venía de un oscuro rincón. Era Claudia. Papá Noel repasó su lista de niños buenos y allí estaba su nombre, CLAUDIA, pero no tenía apellidos. Papá Noel pensó que debía ser la niña que en su carta pedía tener una familia así que cogió su polvo mágico y lo espolvoreó cerca de la niña. Ella levantó la cabeza secándose las lágrimas y vio a una mujer y aun hombre que la tapaban con una manta suave y calentita. Minutos más tarde le preguntaron que dónde estaban sus padres y ella les contó que era huérfana y no tenía a nadie en el mundo. La pareja la abrazó y la invitó a pasar con ellos la Nochebuena.
Al día siguiente decidieron que Claudia se quedaría para siempre con ellos. hicieron todos los trámites para poder adoptarla y ser su verdadera familia y al cabo del tiempo lo consiguieron. Claudia desde ese día se siente muy feliz y no para de abrazar a sus padres y de repetirles lo mucho que los quiere. Viven los tres muy felices como una verdadera familia y la tristeza ha desaparecido de los ojos de Claudia. Papa Noel ha podido por fin borrar a Claudia de su lista de regalos pendientes y se siente muy orgulloso de haberle entregado el mejor regalo de todos los que llevaba.
(Raquel Fuentes)
Por la noche, cuando todo el mundo dormía, se dirigió a su rincón para intentar dormir pero no pudo, empezó a sentir una gran congoja, un llanto interior sin soltar lágrimas. Ella todos los días soñaba y deseaba de todo corazón tener una familia de verdad, poder abrazar a su mamá y a su papá con mucha fuerza, poder abrir los regalos de Papá Noel junto a ellos.
De pronto, una luz brillante pasó por delante de la luna llena, era Papá Noel con su trineo que iba a repartir regalos entre los niños y las niñas de aquel pueblo y, claro, como todos sabemos, Papá Noel sólo reparte regalos a quienes se hayan portado bien. Claudia toda su vida fue una niña muy buena.
Cuando Papá Noel terminó de repartir regalos y regresaba a su casa escuchó un suave llanto que venía de un oscuro rincón. Era Claudia. Papá Noel repasó su lista de niños buenos y allí estaba su nombre, CLAUDIA, pero no tenía apellidos. Papá Noel pensó que debía ser la niña que en su carta pedía tener una familia así que cogió su polvo mágico y lo espolvoreó cerca de la niña. Ella levantó la cabeza secándose las lágrimas y vio a una mujer y aun hombre que la tapaban con una manta suave y calentita. Minutos más tarde le preguntaron que dónde estaban sus padres y ella les contó que era huérfana y no tenía a nadie en el mundo. La pareja la abrazó y la invitó a pasar con ellos la Nochebuena.
Al día siguiente decidieron que Claudia se quedaría para siempre con ellos. hicieron todos los trámites para poder adoptarla y ser su verdadera familia y al cabo del tiempo lo consiguieron. Claudia desde ese día se siente muy feliz y no para de abrazar a sus padres y de repetirles lo mucho que los quiere. Viven los tres muy felices como una verdadera familia y la tristeza ha desaparecido de los ojos de Claudia. Papa Noel ha podido por fin borrar a Claudia de su lista de regalos pendientes y se siente muy orgulloso de haberle entregado el mejor regalo de todos los que llevaba.
(Raquel Fuentes)
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