viernes, 23 de abril de 2010

Las doce características de los niños adoptados


1. El instinto de supervivencia
Los niños adoptados son todos extraordinarios supervivientes. Desde su concepción, han sobrevivido física y emocionalmente a una serie de obstáculos que desafían a la imaginación cuando uno se detiene a reflexionar un momento sobre ello.Durante la gestación: Sobrevivieron a un embarazo seguramente difícil: probable malnutrición de la madre biológica, ausencia de seguimiento prenatal, fuertes posibilidades de tensión de la madre en cuanto a su futuro y al futuro del niño, posibilidad de exposición a contaminantes (drogas, alcohol, productos químicos en agricultura y en fábricas), posibilidad de exposición a enfermedades infecciosas (sida, hepatitis y otras enfermedades de transmisión sexual).En el parto: Las circunstancias del nacimiento, salvo algunos (raros) casos de parto bajo supervisión medica, debieron también ser bastante difíciles, con secuelas tanto para el niño como para la madre: sufrimiento fetal debido a un trabajo demasiado largo, falta de oxígeno...Primeros días después del nacimiento: ¿Ha estado alimentado y cuidado convenientemente? ¿Ha pasado miedo? ¿Frío o dolor? ¿Cómo ha vivido la separación de su madre, con calma o con violencia?El momento del abandono: La noche... ¿solo en un lugar público donde se despertó llorando? ¿Cuántas horas estuvo solo, antes de que lo encontraran? La calidad de los cuidados en casa de una familia de acogida o en un orfanato: ¿Había las suficientes cuidadoras para darles un poco de ternura o atención? ¿La comida era suficiente? ¿De buena calidad? ¿Le cuidaron en caso de fiebre, irritación en las nalgas? ¿Le cambiaron regularmente? ¿Ha sufrido “solamente” la negligencia afectiva o, peor, fue golpeado, herido, atacado? ¿Cuánto tiempo pasó en el orfanato? ¿Días? ¿Meses? ¿Años? ¿Por qué fue elegido para ser adoptable? ¿Porque estaba enfermo o porque tenía buena salud? ¿Como ha vivido el primer contacto con sus nuevos padres? ¿Como algo amenazante? ¿Como si le arrancaran de la gente que él quería? Son cuestiones a menudo sin respuesta que nos indican, sin embargo, la increíble carrera de obstáculos que el niño debió cruzar antes de encontrar una familia. Por otra parte, en el mundo de la adopción, se dice que aproximadamente de cada 10 niños que llegan a un orfanato –no se sabe cuantos no llegaron allí–uno solo será finalmente adoptado.
2. El incomparable
Sin querer, los amigos, la familia e incluso algunos profesionales de la salud pueden hacer la vida dura a los nuevos padres comparando siempre el niño adoptado con los hijos biológicos. Tanto en la curva de crecimiento, como en la edad “normal” de la limpieza o de las habilidades psicomotrices, la comparación puede inquietar inútilmente a los padres. Durante los primeros 6 meses después de su llegada, es necesario hacerse a la idea de que será “incomparable“... y en varios sentidos de la palabra. Será incomparable ya que no responderá a lo que un niño de la misma edad, nacido y crecido en nuestro entorno “debe hacer”. Será incomparable, ya que durante los primeros 6 a 12 meses, se desarrollará a un ritmo extraordinario si se tiene en cuenta su estado el primer día de la adopción. Es necesario centrarse y no dejarse herir ni desestabilizar por las observaciones de los otros. Es necesario comparar siempre al niño consigo mismo. Sólo sabemos realmente el camino que ha recorrido desde su adopción.
3. Los sueños difíciles
Durante el primer año, y a menudo más tarde, los niños adoptados viven y hacen vivir a sus padres noches difíciles. Se niegan a dormirse, miedos nocturnos, pesadillas frecuentes, sueño agitado… son cosas corrientes y previsibles en adopción. La calidad del sueño de un niño es el reflejo de la salud física y de su estado emotivo. Es por la noche cuando el cerebro y el cuerpo se limpian de sus cansancios y de sus emociones. Los niños adoptados tienen que realizar tareas enormes durante el día: aprender un nuevo idioma, acostumbrarse a nuevos olores, sonidos, colores nuevos, entrar en relación afectiva con nuevas personas, dejarse querer, acercarse… Esta realidad actual se añade a anclajes de su pasado como haber sido abandonado en plena noche, haber oído niños llorar todas las noches en el orfanato, haber tenido hambre, sed o dolor por la noche sin ser consolado o aseado. ¡Un adulto perdería su latín!, como decimos en francés.Todos hemos tenido noches agitadas antes de un examen o una entrevista. Si como adulto nos es difícil controlar las noches agitadas, es muy difícil pedir a un niño que lo haga.
4. El Niño teflón o velcro
Cuando los niños llegan a nuestras vidas, se sitúan generalmente en una de las dos categorías: ¡Teflón o velcro! Es decir, o se cuelgan desesperadamente de nosotros como un bebé koala dentro de la bolsa de su madre o nos ignoran y tienen con nosotros una relación muy utilitaria. Ninguno de estos comportamientos son deseables. El niño Velcro no es una garantía de un apego instantáneo o de una relación sana a largo plazo, y un niño Teflón no es la garantía de que no se apegará nunca a nosotros. Durante el primer año, habrá una ambivalencia entre los dos modelos de funcionamiento: a veces Velcro, a veces Teflón. No es necesario preocuparse durante los primeros meses, sobretodo si el niño ha sido adoptado con más de 12 meses. Por el contrario, si después de un año estos comportamientos perduran de manera muy intensa, será necesario pensar en la posibilidad de que se trate de síntomas de desórdenes más o menos graves del apego.
5. La reproducción de sus modelos de supervivencia
Si tu hijo/a tiene comportamientos que se consideran extraños, fuera de las normas o provocativos o “incomprensibles”, hay muchas posibilidades de que reproduzca una costumbre o comportamiento que le ha ayudado a sobrevivir. Si se mece solo para dormirse, es sin duda la forma en que se automecía cuando nadie lo hacía por él. Si llama la atención con golpes, es muy posible que sólo obtuviera la atención de los adultos cuando estaba fastidiando. Si oculta comida, es porque le faltó y no está seguro de tener mañana. En lugar de ver este comportamiento como una molestia, es necesario acogerlo como una prueba de creatividad de su instinto de supervivencia. Es necesario tranquilizarlo y asegurarle que no tiene por qué hacerlo, que vosotros estáis ahí como padres para responder a sus necesidades, que no está solo para ocuparse de sí mismo.

6. El desarrollo en escalera
El desarrollo físico, emotivo, social y cognitivo de un niño no se hace de forma continua y lineal. Esto es aún mas cierto en el caso de niños adoptados. Hemos constatado, que tienen mas tendencia a desarrollarse por etapas largas donde nada parece ocurrir y “de golpe” se ponen a hablar, andar, dormir bien, manipular objetos con destreza, etc. Algunos padres se inquietarán en este proceso. No deben hacerlo, sobretodo durante los dos años siguientes a la llegada del niño. Como hemos explicado, un niño adoptado llega normalmente muy frágil respecto a las necesidades fundamentales: comer, beber, sentirse seguro físicamente, crear un vínculo de confianza y apego con sus nuevos padres. La respuesta a sus necesidades es prioritaria para estos niños y no puede pasar a otras etapas como el aprendizaje del lenguaje o de la escritura antes de tener seguridad en sus necesidades básicas. Algunos padres lo olvidan y se concentran demasiado pronto en la adquisición de aprendizajes, ya que están impacientes en que el niño llegue a la guardería o al colegio y temen que tenga demasiado “retraso” respecto a los otros niños. Es necesario ser muy paciente y cuidadoso, no dejar que nuestras propias inquietudes nos hagan olvidar lo esencial: la felicidad antes que el resultado.

7. Las fases de regresión
Porque muy a menudo se han debilitado en sus necesidades fundamentales (revisar la pirámide de Maslow), los niños adoptados tienen unas fases donde parece que repentinamente pierden lo adquirido. En situaciones de estrés o cambios, vuelven a orinarse en su cama (después de un traslado, por ejemplo).Vuelven a tener crisis de inseguridad espantosas después de una estancia en el hospital. Olvidan cómo escribir aunque estén en segundo curso debido a la llegada de otro niño en la familia. Esto puede desanimar a los padres que han puesto tanto esfuerzo para ayudar al niño a adaptarse. Los padres pueden preguntarse si han fallado, si lo que ellos han hecho no ha servido para nada, etc. Generalmente, estas fases de regresión son un paso atrás para tomar impuso con el fin de “saltar”más lejos. Pero es necesario descifrarlas, comprenderlas y no dejarse abatir.

8. El seductor o el indiferente
Los niños adoptados son a menudo niños muy encantadores, ¡incluso seductores! Saben qué hacer y que decir para ablandar y seducir a los adultos. Podemos suponer que ellos reproducen en el presente una formula ganadora para ellos en el pasado.Así obtuvieron la atención mínima necesaria de parte de sus cuidadoras, por ejemplo. Por el contrario, estos comportamientos pueden ser a veces muy superficiales y el niño puede convertirse en completamente indiferente si el adulto quiere crear demasiado deprisa una verdadera intimidad emocional con él. Si no está dispuesto a vivir esa intimidad, rechazará al adulto o se volverá sencillamente agresivo. Esto puede despistar a un padre o a una persona próxima al niño: pide de manera encantadora que se ocupen de él y les rechaza cuando se ocupan realmente de él. Tenemos que recordar que el niño ha recibido una pequeña cucharada de afecto cada día antes de su adopción, y puede sentirse agobiado o simplemente ahogado si se le ofrece una inmensa jarra de una vez.

9. El miedo exagerado al rechazo y el abandono
Una cosa es cierta: la gran mayoría de los adoptados, los grandes y los pequeños, tienen una sensibilidad extrema ante todas las situaciones donde perciben una forma de rechazo o, peor, un riesgo de abandono. Los adultos adoptados muy jóvenes y que han vivido dentro de familias cariñosas nos dan pruebas constantemente de ello. Tienen sueños recurrentes donde una persona querida no llega nunca a recogerlos a la escuela, o después del trabajo, etc. Toda forma de crítica, incluso constructiva, se vive como una censura, un rechazo. Algunos tienen dificultades para confiar y son muy “independientes” en el ámbito emotivo: ¡Si no me acerco no me podrán hacer daño! Otros no llegan nunca a tener relaciones amorosas duraderas ya que, en cuanto la relación resulta muy íntima, prefieren dejarlo enseguida antes que arriesgarse a ser heridos algún día. En los niños pequeños, esto se manifiesta por la necesidad de saber siempre a qué hora y quién vendrá a buscarles a la guardería o al colegio. O por la necesidad de insistir en que todos los miembros de la familia estén siempre juntos, en la misma habitación, en el mismo coche, etc. Esto puede durar meses o años.

10. La no-permanencia de las cosas
Todos los seres humanos prevén el futuro a partir de la realidad de su pasado. Por ejemplo un hombre o una mujer que se han equivocado en numerosos enamoramientos tendrán mucha dificultad para creer en el amor y en el compromiso sincero. Una persona mayor, que vivió la gran depresión de los años 30, guardará siempre una parte del dinero debajo de su colchón antes de depositar su dinero en el banco, etc. En el momento de su adopción, el niño ha vivido al menos en dos lugares (a veces en muchos más): con su madre biológica y a continuación en su medio sustituto. En su corta vida, se habituó al menos a ser arrancado de dos lugares. ¡Y ahora está en un tercero! Si el pasado es garantía del futuro, ¡pensará que éste solo es temporal como las otras veces! Hay, pues, un desfase enorme entre el compromiso y la certeza del padre –que esta totalmente convencido que el niño se quedara “siempre” con él–, y la percepción del niño, que espera, con gran probabilidad, ¡volver a partir pronto o algún día! También despista mucho a los padres que por ejemplo el niño pida cada día, sin parar, si ellos le quieren o si está exageradamente aterrorizado cuando lo riñen, aunque sea por una pequeña falta. Esto hace que sean también muy ansiosos ante todos los cambios: traslado, cambio de guardería, cambio de habitación, separación de los padres, etc. Es necesario, pues, meterse constantemente dentro de su piel y entender que nada es permanente para ellos. Es necesario repetir nuestro amor incondicional, diferenciar entre un comportamiento que no queremos y el que queremos, a pesar de sus pequeños desvíos de conducta. Es necesario tener una gran estabilidad en nuestros hábitos, en el modo de cuidarles, los colegios, las casas, etc.

11. La fragilidad de sus necesidades primarias
No es necesario desesperarse por ciertos comportamientos que perduran en caso de los niños. Son simplemente la señal de la amplitud de sus heridas invisibles. Ciertos padres se asombran de que un niño de 10 años adoptado a los 18 meses a veces aún esconda la comida. Es sólo la dolorosa confirmación de que tuvo mucha hambre. En lugar de que lo haga a escondidas y con vergüenza, ¿por qué no ofrecerle tener siempre una barra blanda en un cajón de la habitación, por ejemplo?. ¡Así le acogen en su necesidad y evitan también los malos olores y las sorpresas.

12. El instinto del pequeño salmón
Las preguntas y la comprensión de los orígenes varían según la edad emotiva y mental del niño y después del adulto. Esta búsqueda no tiene la misma importancia y significación para todos. Una prueba es que, la mayoría de los adoptados en Quebec no solicitan buscar sus orígenes aun cuando desde 1984 la ley se lo permite. Sin embargo, para algunos, esta necesidad de saber se convierte en una búsqueda con un significado enorme. Como el salmón, están dispuestos a romperse las aletas contra las rocas y agotar su energía vital para obtener una respuesta a este instinto de retorno a sus orígenes. Esta necesidad es a menudo interpretado por los padres como una desaprobación de la relación adoptiva, como un fracaso del amor mutuo. Los padres piensan erróneamente que no le han amado bastante, que no repararon suficiente el pasado, que van a perder alguna cosa especial con su hijo si le dejan o le animan a volver a su país. Algunos padres también quieren evitar un sufrimiento a su hijo, que se decepcione si no encuentra las respuestas o el objeto de su deseo. Es necesario, como padres prepararse mentalmente a aceptar esta etapa. La mejor manera es ordenar nuestros contenciosos y nuestra “lógica privada” con los padres biológicos de nuestros hijos (aunque en China, por ejemplo, la posibilidad de referencias de los padres biológicos sea muy escasa). Si consideramos a los padres biológicos como personas que forman parte de nuestras vidas, que han sido y son aún personas significativas para nuestros hijos, no evitaremos el despertar del instinto del “pequeño salmón” y lo viviremos de una manera mucho más constructiva. Una negación de la legitimidad de esta búsqueda puede verdaderamente poner en peligro la calidad de la relación padre-hijo. En cambio, una apertura sincera no puede más que enriquecerla.


Michelle Bernier y Johanne Lemieux









domingo, 11 de abril de 2010

El Lado Amargo de la Adopcion




Adoptar es un viaje de angustia, burocracia y tiempo. Los padres creen que el día que conozcan a su hijo, el amor será un flechazo, pero ahí empieza el auténtico viaje de adoptante a padre, un proceso de vinculación emocional que, a veces, no llega nunca.
En España, el 1,5% de las adopciones fracasa, lo que equivale a casi 500 niños “devueltos” de 1994 al 2005. Pero, ¿a quién? A sus países no, desde luego, se quedan en España. “Un niño no se puede “devolver” –explica Ana Berástegui, psicóloga del Instituto de la Familia de la Universidad de Comillas–, porque la adopción es irrevocable.

Ocurre lo mismo que con un hijo biológico: cuando la familia llega a los servicios de protección y dice que no quiere hacerse cargo del niño, los profesionales entienden que el menor está desprotegido y le acogen. En ese momento se ofrece apoyo, psicoterapia y mediación a la familia para que solucionen el problema”. ¿Puede considerarse esta medida como un abandono temporal? “Entre los casos que yo estudié, sólo hubo uno que ingresó en el sistema de protección y pudo recuperar después la relación con su familia.

Los niños “devueltos” quedan bajo la tutela de los servicios sociales y pueden volver a ser adoptados, lo cual es muy difícil, porque son mayores y pesa sobre ellos el estigma de haber sido rechazados”. Detrás de las adopciones truncadas hay mucha vergüenza pero, ¿qué puede ser tan grave como para desembocar en un segundo abandono? “La mayoría de las adopciones van bien –explica el catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla, Jesús Palacios–. Los rechazos suelen estar motivados por la frustración de las expectativas de los padres y por los problemas de conducta de los hijos.

Cuando un niño es un poco taciturno y depresivo, sus dificultades no despiertan alarma, pero cuando se expresan hacia fuera, con hiperactividad, violencia o desajuste en las relaciones sociales, los padres se sienten desbordados. Algunos niños llegan tan heridos que no responden al cariño, actúan comos si fueran un bloque de hielo y los padres no lo soportan”. Según Ana Berástegui, los padres que rechazan a sus hijos adoptados suelen echar la culpa de todo a las instituciones o al país de origen, porque no les han dado el tipo de niño que pedían o les han engañado. “Los progenitores sufren pero, para un niño que está herido emocionalmente, volver a ser abandonado es reabrir una herida que nunca se cerró”. Las adopciones truncadas son la punta del iceberg de los fracasos. Los expertos creen que hay un porcentaje oculto de pseudo rupturas, donde legalmente todo funciona, pero los adoptantes han ingresado a los hijos en internados o instituciones, lejos de casa.

También hay familias que viven bajo el mismo techo, pero no han conseguido forjar un auténtico vínculo emocional. En esos casos, los problemas estallan en la adolescencia y provocan en la edad adulta la separación definitiva. La psicóloga Ana Giberti relata el caso de unos padres que llevaron a su hija de 16 años a la consulta porque no comprendían sus reacciones violentas. “La adolescente basaba su hostilidad en tres quejas: la crítica de sus padres a su país natal y a su madre biológica, que ella llamaba “mi mamá pobre”; el valor que le daban los padres al dinero; y los constantes reproches para que tuviera buenos modales con los que “disimular” sus rasgos aborígenes.

Durante las entrevistas a la familia, quedaron a la vista los prejuicios que impregnaban las emociones de sus padres, que a pesar de cuidar la educación, la salud y el futuro de la niña, no habían llegado a vincularse a ella emocionalmente y transmitían un mensaje entre líneas: “No eres como nosotros”. La madre utilizaba la frase “si hubieras sido nuestra hija” antes de reprochar: “Si hubieras sido nuestra hija te habría gustado estudiar, no serías tan rebelde...”


LA EDAD INFLUYE

Las adopciones fallidas no siguen unas pautas, pero la mayoría de estudios coinciden en que cuanto mayor es el niño en la adopción, mayor es el riesgo de fracaso. “Pero tampoco podemos hacer una regla de tres, porque suelen ser adoptados por parejas de más edad”, dice Ana Berástegui. A veces los padres tratan de superar el síndrome del nido vacío tras la partida de los hijos mayores, una actitud de falsas expectativas que perjudica a los menores. “Las madres quieren repetir la experiencia que tuvieron en su juventud –explica Berástegui–, y cuando llegan sus nuevos hijos, la experiencia es diferente y se sienten frustradas por no poder recuperar la vida ideal que habían imaginado”.

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